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Justicia postergada hasta el final


Herman Wallace al ser detenido por primera vez.
© The Mob Film Company Ltd 2009 

4 de octubre de 2013
Hoy es un día triste para los derechos humanos y para la justicia.
Herman Wallace, el hombre de 71 años que pasó más de 41 años encarcelado en régimen de aislamiento en Luisiana, ha fallecido finalmente tras perder su batalla contra el cáncer de hígado.
El único consuelo es que ha muerto siendo un hombre libre. La semana pasada un juez federal anuló su sentencia condenatoria.
Incluso entonces, fiel a su obsesión de decenios por mantener a Herman Wallace entre rejas, el estado de Luisiana apeló contra la orden federal que decretaba su liberación inmediata.
Afortunadamente, en el plazo de horas, el mismo juez federal desestimó el recurso y amenazó con acusar al estado de desacato al tribunal. Sólo entonces el estado puso por fin en libertad a Herman Wallace.
Herman Wallace estaba tan débil que salió de la cárcel en una ambulancia, que lo llevo directamente a un hospital.
Desde la sentencia condenatoria poco fiable en 1974, dictada en un juicio que adoleció de profundas deficiencias, hasta el diagnóstico terminal tardío y su muerte, pasando por los 41 años de reclusión en condiciones crueles, inhumanas y degradantes, el trato que Herman Wallace recibió del estado adoleció de un profundo desprecio de sus derechos humanos.
Amnistía Internacional ha hecho campaña durante años para que se liberase a Herman Wallace del régimen de aislamiento. Y en fechas más recientes, tras serle diagnosticado cáncer de hígado, para que fuera excarcelado y pudiera pasar sus últimos días con sus seres queridos.
Herman Wallace, ciudadano afroamericano, fue declarado culpable en 1974 del asesinato de un guardia penitenciario, Brent Miller, por un jurado compuesto en su totalidad por varones blancos.
Nunca existió ninguna prueba de ADN que lo vinculara con el crimen, ni siquiera el cuchillo o las huellas de sangre que se encontraron en el lugar de los hechos. Más tarde se supo que el estado había comprado el testimonio del principal testigo a cambio de favores, entre ellos un indulto.
Basándose en la conducta indebida del ministerio público y en las violaciones constitucionales, un comisario judicial del estado recomendó en 2006 la revocación de la sentencia condenatoria de Herman Wallace. Pero la Corte Suprema de Luisiana desestimó su apelación sin hacer comentarios.
En 2009, Herman Wallace solicitó la revisión de su caso por los tribunales federales. El fallo del martes anuló la sentencia condenatoria sobre la base de la exclusión sistemática de mujeres del jurado acusatorio que lo inculpó del asesinato en 1973. Esta es una de las muchas irregularidades que han surgido en el caso.
Inmediatamente después del asesinato, Herman Wallace fue recluido en régimen de aislamiento en una celda de dos por tres metros, y estuvo confinado en este minúsculo espacio durante 23 horas al día.
Se le negó el acceso a una verdadera interacción social, a oportunidades de empleo, a educación y a programas de rehabilitación. Durante los 41 años que pasó recluido en régimen de aislamiento, sólo se le permitía salir de la celda durante siete horas a la semana, que dedicaba al aseo personal o a actividades de ocio en solitario. En virtud del derecho internacional, estas condiciones son constitutivas de trato cruel, inhumano y degradante.
Amnistía Internacional sólo tiene conocimiento de otra persona en Estados Unidos que haya permanecido más tiempo en unas condiciones tan severas.
Para agravar la injusticia que representaba estar recluido en condiciones crueles durante decenios, a Herman Wallace se le negó una auténtica revisión de las razones que justificaban la decisión de mantenerlo recluido en régimen de aislamiento.
Desde 1972, la junta de revisión de presos examinó y reafirmó en más de 160 ocasiones la decisión original de mantener encerrado a Herman Wallace.
La decisión de las autoridades penitenciarias de mantener a Herman Wallace en régimen de aislamiento no podía basarse en su comportamiento, ya que los registros penitenciarios demuestran que no cometió ninguna infracción disciplinaria grave durante decenios, y sus registros de salud mental indican que no representaba una amenaza ni para él ni para otras personas.
Herman Wallace proclamó sistemáticamente su inocencia. Estaba convencido de que lo incriminaron falsamente por su activismo político en la cárcel como miembro del Partido de los Panteras Negras. Junto con Albert Woodfox, también declarado culpable del mismo delito, estableció la primera sección penitenciaria de los Panteras Negras dentro de la penitenciaría estatal de Luisiana en la década de 1970. Herman Wallace y Albert Woodfox se esforzaron por unir a todos los presos para luchar contra los abusos sexuales y la violencia endémicos que distinguían a la prisión como una de las más sangrientas de su época.
Nunca hubo razón alguna para justificara que se sometiera a Herman Wallace a un aislamiento tan prolongado. El trato que recibió de las autoridades de Luisiana vulneró los principios fundamentales que prescriben que todos los presos, cualesquiera que sean sus antecedentes, deben recibir un trato humano.
Antes de serle diagnosticado el cáncer de hígado en junio, las condiciones de vida de Herman Wallace habían afectado ya a su salud física y psicológica.
En 2007, un juez federal falló que las condiciones en las que estaba recluido constituían una privación de necesidades humanas básicas y que las autoridades de la prisión deberían haber sido conscientes de que ese trato podía ser gravemente perjudicial para la salud física y mental de los presos.
En junio de 2013, tras un diagnóstico tardío que se produjo sólo después de haber perdido más de 20 kilogramos de peso, Herman Wallace fue trasladado del aislamiento a un dormitorio de seguridad media en la enfermería de la prisión. Según sus abogados, tanto antes como después del diagnóstico recibió una atención médica deficiente de las autoridades penitenciarias.
Es deplorable que Herman Wallace no fuera excarcelado antes. Más de 110.000 personas dirigieron una petición al gobernador del estado de Luisiana para que accediera a esta solicitud.
Albert Woodfox, que también ha mantenido sistemáticamente su inocencia, permanece recluido en duras condiciones de aislamiento. Su sentencia condenatoria fue anulada recientemente por tercera vez por el tribunal federal. Sin embargo, continúa en la cárcel en espera de la resolución de un nuevo recurso presentado por el estado.
Amnistía Internacional sigue pidiendo que se libere de inmediato a Albert Woodfox de la reclusión en régimen de aislamiento. En un caso que siempre ha tenido que ver más con la venganza que con la justicia, el estado debe retirar de inmediato su recurso y conceder la libertad a Albert Woodfox antes de que sea demasiado tarde.

Tomado de Amnistía Internacional.

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