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El diezmo: ¿bendición, fraude o estafa?



 EL DIEZMO
Vamos a considerar el diezmo en su contexto histórico, analizando desde la perspectiva bíblica la forma en que se usaba y quienes eran los beneficiarios del mismo.

En la antigüedad, mucho antes del patriarca Abraham, los pueblos primitivos practicaban el diezmo, que era un impuesto establecido por los reyes y la clase sacerdotal, y el cual se utilizaba para cubrir las necesidades y apetencias de los reyes y también como ofrenda a los dioses, a los cuales había que apaciguar en sus iras.

En el registro bíblico, el primero en ofrecer un diezmo fue Abraham, que luego de librar una batalla para liberar a su sobrino Lot, fue recibido por Melquisedec, rey de Salem y sacerdote del Dios Altísimo.  En este encuentro, luego de la bendición sacerdotal, Abram (que todavía se llamaba así) le entregó el diezmo del botín de guerra. Luego de este acto, la Biblia no registra más que Abraham haya entregado diezmo alguno.

La segunda persona fue el controversial Jacob, quien era un tremendo comerciante y del cual descienden los judíos, le hizo una oferta de comercio a Dios en los siguientes términos: “Si Dios fuere conmigo, y me guardare en este viaje en que voy, y me diere pan para comer y vestido para vestir, y si volviere en paz a casa de mi padre, Jehová será mi Dios… y de todo lo que me dieres, el diezmo apartaré para ti.” Como se puede inferir de este relato, el diezmo que ofreció Jacob era condicional. “Si me bendices te doy.”

Es muy probable que Moisés copiara esta forma contribución de los pueblos antiguos, ya que Moisés, como príncipe de Egipto, conocía de esta práctica. Decimos esto, porque Dios le dio escrito a Moisés Diez Mandamientos. Las leyes civiles y ceremoniales fueron escritas por Moisés. Si Dios hubiera querido que el diezmo tuviera trascendencia eterna, lo hubiera consignado en los Diez Mandamientos, que es el Libro del Pacto, el cual fue escrito en dos tablas de piedra por el dedo de Dios.

LA LEY DEL DIEZMO

Analicemos ahora la ley del diezmo (la cual no está contenida en los diez mandamientos). Dicha ley establece el diezmo indefectiblemente, lo que quiere decir que era obligatorio. El diezmo había que darlo del producto del grano que rindiera el campo cada año. También se diezmaba, el vino, el aceite y el ganado.

El diezmo, en primer lugar, era para comérselo delante de Jehová, en el lugar escogido para esos fines.

El objetivo de ese ceremonial era para que el diezmador aprendiera a temer delante de Jehová todos los días.

En el caso de que el diezmador estuviere muy lejos del lugar de reunión para ofrecer su diezmo, la ley establecía que lo vendiera y guardara el dinero. Luego, cuando llegara al lugar escogido por Dios, se le ordenaba que comprara con ese dinero todo los que su corazón deseara: vacas, ovejas, vino, sidra y que lo comiera delante de su Dios, junto con su familia.

El diezmo era para comerlo con alegría delante de Dios, junto a la familia, y era anual, porque era una vez al año que se ordenaba traer el diezmo.

Después de esto, la ley le señala que no podía desamparar al levita, porque los levitas no habían recibido heredad. Es decir no tenían tierra para trabajar, porque estaban al servicio de los rituales del tabernáculo, pero a los levitas se le otorgaron cuarenta y ocho (48) ciudades con sus ejidos para vivir.

Cada tres años se guardaba el diezmo en las ciudades, para que comieran y fueran saciados los siguientes grupos de personas: el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda.

El séptimo año no se diezmaba, porque la tierra se ponía a descansar.

Concluyendo esta parte de la ley del diezmo, podemos establecer claramente que los pobres no diezmaban porque no tenían tierra ni animales; que el diezmo era una vez al año, y que era para comerlo delante de Jehová con su familia; que cada tres años se apartaba el diezmo para el levita, el extranjero, el huérfano y la viuda. 

EL PASAJE DE MALAQUIAS 3: 8-12

Ahora pasamos a analizar el famoso pasaje de Malaquías 3:8-12, que tantos inescrupulosos han manipulado para chantajear y esquilmar al pueblo humilde.

El lector atento podrá observar que cuando Malaquías se refiere a los que han faltado a la observancia del diezmo, dice la nación toda, y no todas las naciones, porque obviamente se está refiriendo al pueblo de Israel, a la nación judía, a la cual acusa de haberle robado a Dios por la inobservancia de los diezmos, y a la cual maldice. 

Queremos señalar que solo los que están bajo la ley son objetos de maldición, y recuerde el lector que nosotros no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, asunto que analizaremos más adelante.

El profeta dice: “Traed los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa” ¿Entonces preguntamos: que era el alfolí? El alfolí era un silo, un almacén para guardar los granos producidos en los campos, en definitiva, era un granero donde se guardaban los alimentos.
Esta expresión del profeta concuerda muy bien con la ley del diezmo que señalaba que cada tres años había que llevar el diezmo a las ciudades para saciar el hambre del levita, el extranjero, el huérfano y la viuda.

Por eso Malaquías dice que traigan los diezmos para que haya alimento en mi casa. Se está refiriendo a productos agrícolas y no a dinero. La ley del diezmo no aceptaba dinero, tal y como pudimos comprobarlo anteriormente.

Los que usan este pasaje para sacarle dinero a la gente, son unos malvados, que no se compadecen de la gente humilde.

¡Por amor a Dios!, entiendan que el diezmo que se ofrecía era para disfrutarlo anualmente con la familia y cada tres años le correspondía al levita, al extranjero, al huérfano y a las viudas.

El diezmo de aquella época era para repartirlo a los que no tenían nada. No era para acumular riqueza como lo hacen los “ministros religiosos” modernos, los cuales están estafando a la gente y chantajeándola con una maldición bíblica que no es para estos tiempos.
 
Amable lector, lo repetimos, los que colectan el diezmo con este chantaje, son unos estafadores, están esquilmando a las ovejas del Señor. Son lobos disfrazados de ovejas, que son enemigos de la cruz de Cristo, cuyo dios es el vientre y que un día recibirán la justa retribución de su engaño.  

EL DIEZMO EN EL NUEVO TESTAMENTO

Ahora vayamos al Nuevo Testamento, donde aparece en escena Jesús de Nazaret, nuestro Señor y Salvador. En todo su ministerio solo hubo una declaración de Jesucristo sobre el diezmo, y es la única que utilizan los chantajistas para justificar el cobro del diezmo.

En un enfrentamiento con los hipócritas religiosos, presididos por los fariseos, Jesús los acusa de falsos, sin misericordia y hasta los llama sepulcros blanqueados y generación de víboras. Es en este contexto cuando Jesús, viendo su hipocresía, les dice: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello." (Mat.23:23).

Jesús les habla en esos términos a judíos que vivían bajo la Ley de Moisés, y no a los cristianos que están bajo el Nuevo Pacto, sellado con su sangre. La Biblia establece que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia.

Ahora bien, los proponentes del diezmo utilizan la ultima parte que dice: “esto era necesario hacer sin dejar de hacer aquello.” Repetimos, Jesús se estaba dirigiendo a gente que vivía bajo la ley. Cristo tenía que cumplir la ley. Recuerden que cuando Cristo fue a Juan el Bautista, éste le dijo tu vienes a mí y yo soy que necesito ser bautizado por tí y Jesús le contestó que era necesario cumplir toda justicia. Jesús no necesitaba ser bautizado por Juan, porque el bautismo de Juan era para arrepentimiento de pecados y Jesús era inmaculado, pero él se sometió a lo establecido hasta tanto llegara el momento de entrar en vigencia el Nuevo Pacto.

La otra referencia sobre el diezmo en el Nuevo Testamento está en el libro de Hebreos, en donde se hace una comparación entre el sacerdocio levítico y el sacerdocio de Melquisedec, señalando que Cristo está sentado a la diestra de Dios, como nuestro precursor y como sumo sacerdote, según el orden de Melquisedec, que es superior al sacerdocio levítico, y noten ustedes mis queridos lectores, Jesús no era de la tribu de Leví sino de la tribu de Judá.

Jesús tenía un sacerdocio superior al levítico, sin embargo, Jesús nunca pidió diezmo para sostener su ministerio, sino que vivía de las contribuciones de los piadosos que le seguían, y nunca le puso la mano al dinero recibido porque para esos fines tenía un tesorero, que fue Judas Iscariote, quien luego lo traicionó.

EL DIEZMO EN LA IGLESIA PRIMITIVA

Empecemos diciendo, que en el libro de los Hechos de los Apóstoles, que es una compilación de los primeros 30 años de historia de la Iglesia Primitiva, no se menciona una sola vez, la palabra diezmo.

Los miembros de la Iglesia Primitiva no daban el diezmo porque ellos dieron todo lo que tenían, hasta sus vidas ofrendaron por aquél en quien habían creído y de quien esperaban la vida eterna.

Todas sus pertenencias las pusieron a los pies de los apóstoles, y ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. De modo que no había entre ellos ningún necesitado y se repartía a cada uno según su necesidad (Lea Hechos 4:32-37).
 
¡Que diferencia! La iglesia lo dio todo para las necesidades de los demás, y no para los apóstoles, que todos murieron pobres, perseguidos, martirizados y desterrados, de los cuales el mundo no era digno, murieron confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra.

La iglesia daba ofrendas, que eran superiores al diezmo, pues muchos lo dieron todo, hasta su propia vida.

El apóstol Pablo estableció la forma de dar en la iglesia: 

“En cuanto a la ofrenda para los santos, haced vosotros también de la manera que ordené en las iglesias de Galacia. Cada primer día de la semana (domingo) cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado, guardándolo para que cuando yo llegue no se recojan entonces ofrendas”. (1 Corintios 16: 1).

Como puede observar en el texto bíblico citado, se ordena que se colectara las ofrendas el domingo, que era el primer día de la semana, como se había establecido en las iglesias de Galacia. No especifica monto alguno sino que dice que aparten algo, según hayan prosperado. Y por último, queremos señalar que esa ofrenda era para los santos, es decir para los hermanos más necesitados, que en este caso eran los de Jerusalén.






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