Muere Ronnie Biggs, ‘el ladrón del siglo’
Participó en el asalto al tren de Glasgow hace 50 años y protagonizó una espectacular huida a Brasil, donde vivió 36 años
Ronnie Biggs, el miembro más célebre de la banda que perpetró el llamado “robo del siglo”, falleció ayer a los 84 años en su Inglaterra natal, un país al que retornó hace una década después de un largo periplo de huida que le mereció portadas en todo el mundo. Biggs fue solo uno más entre los quince hombres que asaltaron el tren postal que recorría el trayecto entre Glasgow y Londres el 8 de agosto de 1963, pero su nombre ha pasado a los anales por su fuga espectacular de la justicia y las recurrentes comparecencias publicitarias desde su refugio de Brasil, donde no dejó de buscar la notoriedad.
La última aparición pública de Biggs, un hombre cuyo rostro demacrado reflejaba los estragos de la enfermedad, se produjo el pasado marzo en el entierro de su antiguo colega Bruce Reynolds, quien fuera el verdadero cerebro de la operación. Bajo sus instrucciones, Biggs y el resto de sus compinches, parapetados en pasamontañas y cascos, detuvieron aquel convoy del ferrocarril y desengancharon la locomotora, apropiándose de 120 sacas repletas de 2,6 millones de libras de la época (el equivalente a 40 millones de libras, unos 48 millones de euros actuales).
Podemos calificar piadosamente de modesta la contribución personal de Biggs a la preparación y ejecución del golpe. Reynolds le encargó buscar un maquinista para mover el tren hasta el punto en el que tenían pensado descargar el botín. El especialista contratado por Biggs, que estaba familiarizado con un tipo de locomotora más antiguo, fue incapaz de cumplir su cometido. Vista su escasa operatividad, Biggs fue despachado desde el tren para que ayudara a trasvasar las sacas al camión con el que la banda trasladó el botín a una granja del sur de Inglaterra.
Durante las partidas de Monopoly con las que el grupo entretuvo el aburrimiento en su cobijo, en las que se jugaron parte del dinero obtenido en el robo, los ladrones dejaron sus huellas dactilares sobre el tablero, lo que permitió su rápida identificación cuando la policía localizó el escondite. El plan original consistía en incendiar la granja para borrar todo rastro, pero el cómplice que debía encargarse de ello se embolsó el dinero sin hacer su parte. En el curso de pocas semanas, la mayor parte de la banda había caído en manos de la policía, aunque esta jamás llegó siquiera a conocer la identidad del misterioro insider que había suministrado la información para preparar el asalto, al que los miembros de la banda bautizaron como “el hombre del Ulster”.
Las sentencias fueron de una dureza extrema. A Biggs le cayeron 30 años de cárcel, pero en 1965 consiguió escapar de la prisión de Wandsworth y emprender una huida que primero le llevó a Francia, luego a Australia y finalmente a Brasil, donde se instaló en 1970. Cuatro años más tarde, cuando un reportero inglés reveló su paradero, las autoridades británicas reclamaron la extradición del prófugo, pero el Gobierno brasileño alegó que no existía un tratado entre ambos países a tal efecto. Biggs, además, se había buscado un blindaje legal: tuvo un hijo en el país sudamericano, una circunstancia que no permitía su entrega al Reino Unido. Su vida en Río de Janeiro, donde frecuentaba los lugares públicos y asistía a muchas fiestas, distaba mucho de la de un prófugo de la justicia.
Pero 38 años después del golpe al tren de Glasgow, su precario estado de salud le condujo de regreso a Inglaterra de forma voluntaria, en un vuelo que fue sufragado por el diario sensacionalista The Sun. En cuanto pisó suelo británico fue arrestado, aunque después de ocho años en la cárcel fue puesto en libertad (2009) atendiendo a su deteriorado estado físico.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2013/12/18/actualidad/1387354147_137937.html
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