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Las ordalías: Los juicios pavorosos de Dios


Las ordalías consistían en pruebas  judiciales, de carácter religioso y supersticioso destinadas a demostrar la culpabilidad o inocencia de un acusado de pecado o de quebrantar las normas de convivencia, poniendo como intermediario y juez a la divinidad.  
 
Las ordalías  tuvieron su auge durante la Edad Media.

La palabra ordalía proviene del sajón “ordeal”, cuyo significado etimológico es juicio o dura prueba que debe atravesar  un acusado para poder demostrar su inocencia. 

De hecho, las ordalías se conocieron como los juicios de Dios, porque en definitiva la resolución final del conflicto estaba en las manos de Dios. 

Desde épocas remotas se practicaban las ordalías. Los pueblos conocidos que utilizaron estas prácticas de forma normalizada y habitual fueron hebreos, asirios y  babilonios y se fueron extendiendo por toda la geografía del planeta a través del tiempo.

Los germanos popularizaron las ordalías cuando invadieron el Imperio Romano de Occidente.

Una ordalía documentada en el pueblo hebreo es la de la Ley de los celos y las aguas amargas:

La ordalía hebrea de “Las aguas amargas”, aparece en la Ley de los celos del Antiguo Testamento, en el libro de Números 5:11-31, utilizada en casos de presunto adulterio de las mujeres. La acusada debía ingerir un brebaje preparado por el sacerdote con agua consagrada y mezclada con tierra del suelo del Tabernáculo, luego el sacerdote escribía esta maldición: “Jehová te haga maldición y execración en medio de tu pueblo, haciendo que tu muslo caiga y que tu vientre se hinche; y estas aguas que dan maldición, entre en tus entrañas…” 

También existe la leyenda romana de Mucio Escévola quien dejó arder su mano ante sus enemigos etruscos en prueba de que decía la verdad.

En la Edad Media, había varias modalidades para probar la culpabilidad o inocencia de un imputado, que consistían en hacer pruebas, generalmente con el agua y el fuego y utilizarlos para que el mismo Dios tomara una decisión sobre la vida y la inocencia del juzgado. 

Por ejemplo, este debía meter la cabeza bajo el agua, las manos en agua hirviendo, una mano sobre el fuego o caminar sobre brasas descalzo. Si sobrevivía a la prueba o las lesiones eran leves, Dios estaba del lado del juzgado. En cambio, si Dios sabía que era culpable, se encargaría de que muriera.

 Si el acusado se negaba a realizar lo que dictaba la ordalía era considerado culpable.

Existían dos tipos de ordalías: la canónica o Juicio de Dios propiamente dicho,  que era el juramento ante el canon, mientras que la vulgar era la prueba a la que se sometía al acusado para demostrar su inocencia frente a las supersticiones de la comunidad.

La prueba del agua se ataba al imputado de modo que no pudiese mover ni brazos ni piernas y después se le echaba al rí­o (o al mar), se consideraba que si  se hundía el veredicto era de inocencia  pero si  salía a flote era culpable, pues ni siquiera el agua quería tenerlo y lo rechazaba.


Ordalía del agua caliente” para los delitos contra la propiedad,  el sospechoso tenía que recoger con las manos unas piedras  metidas en una olla con agua hirviendo; se vendaban brazos y manos, y pasados unos días se retiraba el vendaje para inspeccionarlo. La curación de las quemaduras indicaba inocencia y si había quemaduras eran prueba de culpabilidad.
 
Ordalía del hierro caliente. En esta prueba se seguía el mismo procedimiento del agua caliente. El acusado debí­a coger con las manos un hierro ardiente al rojo durante un cierto tiempo, si en sus manos habí­a signos de quemaduras era culpable.

Ordalía del pan y el queso. El imputado debía comer cierta cantidad de pan y queso, si era culpable Dios enviaría un ángel para apretarle el gaznate, de modo que no pudiera tragar y en caso de hacerlo un fuego interno quemaría sus entrañas.

Otro tipo de Ordalía, era el uso del veneno y, como supondrán, consistía en que el acusado debía ingerir algún alimento envenenado, si moría quedaba demostrada su culpabilidad. Este tipo de prueba no fue común en la Europa Medieval; sin embargo la sustituyeron por la prueba del queso y el pan o Prueba de Corsned.

Ordalía de la Cruz: delante de un altar se colocaban dos personas de pie (los acusados), inmóviles con los pies juntos y los brazos abiertos en imitación de un crucificado. Se leía delante de ellos la misa, o salmos, o el Evangelio de la Pasión. El que se moviera primero era considerado culpable.

Duelo Judicial-  Se refería a una disputa por el honor, por tierras o por dinero. Se ponían frente a frente el acusador y el acusado o, a falta de estos, campeones que los representaban. El vencedor era reputado haber dicho la verdad, porque, según se pensaba, Dios no podía permitir que el inocente sucumbiera. De aquí que se llamara al duelo judicial el juicio de Dios.

¡Y todo esto en nombre de Dios!

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