La ví,
Retozando cándidamente
en el fango,
con su pelo alborotado,
su cara embadurnada de barro,
sus manos repletas de lodo,
que lanzaba alegremente
hacia la nada,
respirando alegría,
danzando alborozo,
despidiendo tristezas...
Qué haces?
pregunté maravillado.
Ella simplemente contestó:
recojo alegrías y entierro desdichas.
En el cieno?
Sí, en el fango,
la felicidad no tiene un lugar determinado.
De repente,
tocada por un rayo de luz,
su rostro se iluminó,
y su pelo despeinado,
su cara enlodada,
y su indescriptible sonrisa,
mostraron en todo su fulgor
la sencillez de la felicidad.
Retozando cándidamente
en el fango,
con su pelo alborotado,
su cara embadurnada de barro,
sus manos repletas de lodo,
que lanzaba alegremente
hacia la nada,
respirando alegría,
danzando alborozo,
despidiendo tristezas...
Qué haces?
pregunté maravillado.
Ella simplemente contestó:
recojo alegrías y entierro desdichas.
En el cieno?
Sí, en el fango,
la felicidad no tiene un lugar determinado.
De repente,
tocada por un rayo de luz,
su rostro se iluminó,
y su pelo despeinado,
su cara enlodada,
y su indescriptible sonrisa,
mostraron en todo su fulgor
la sencillez de la felicidad.
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