Terrabona tenía sabor añejo de siglos. Sus
colonizadores decidieron hacer de este lugar un pueblo único e incomparable.
Quinientos años de historia gravitaban en todos los actos y costumbres del
pueblo. Su historia parecía detenerse en tiempos pretéritos y era como si todo
el accionar de la gente estuviera sustentado en el legado de sus antepasados,
que se había petrificado en cada recoveco y en cada recodo de la conciencia
colectiva. Sus casas, la plaza, el
ayuntamiento y la iglesia conservaban la tradición de la época colonial.
Su primer gobernador, Fernando de Alcázar, dispuso
la construcción del pueblo cerca de la margen oriental del río Guaboa. Las
principales construcciones estaban situadas al frente de la plaza, que era el
centro del pueblo y donde se celebraban todas las actividades sociales. La
iglesia estaba situada en el lado norte de la plaza y era la construcción más
elevada del pueblo. Al frente de la iglesia, en el lado sur de la plaza, estaba
el Ayuntamiento. La casa de la gobernación ocupaba una cuadra entera en el
este, construida en dos niveles. En el segundo nivel había un balcón dispuesto
estratégicamente, donde se sentaba el gobernador para observar las
celebraciones del pueblo. Las demás edificaciones que estaban situadas al
frente de la plaza pertenecían a personalidades distinguidas de la sociedad. El
hospital era el único edificio que estaba un poco retirado de las casas del
pueblo porque el gobernador había decidido que esta institución de la salud
pública debía tener mucho espacio, además de que las enfermedades infecto-contagiosas
debían ser tratadas en completo aislamiento y así se cuidaba al pueblo de ser
contagiado.
En las afueras del pueblo, había una casa ubicada en
el bosque de los olmos, que perteneció a la familia Marchena. Esta propiedad
estaba abandonada desde hacía cincuenta años, desde que murió Ramina, la última
de los Marchena.
La familia Marchena vivió asilada de la sociedad
terrabonense, desde el día que Enrique Marchena, quien fuera gobernador, fue
destituido por corrupción y conducta moral inapropiada. Se dice que Ramina fue
el fruto de una relación incestuosa entre Enrique y su hermana Carmen Julia.
Ramina nunca conoció el pueblo y vivió en completo aislamiento hasta el día de
su muerte. La noticia de su muerte se supo varios años después de su deceso. La
encontraron en su cama, vestida de novia y a su lado los restos de su
inseparable gatita.
Después de la muerte de Ramina Marchena, nadie se
aventuraba a entrar al bosque de los olmos. El rumor popular era que la casa
tenía un maleficio. Según contaban algunos de los ancianos, en esa casa se
escuchaban quejidos y voces aterradoras y en las noches los fantasmas hacían
convites. De noche, nadie se atrevía a cruzar por esos predios por temor a los
malos espíritus que rondaban la propiedad de los Marchena, familia que se
extinguió totalmente. De la familia Marchena solo quedó su propiedad y el
recuerdo oscuro de su vida licenciosa.
Una costumbre muy particular del pueblo, era su
comunicación a través del tañido de la campana de la iglesia. Había un toque de
campana a las cinco de la mañana, invitando a la misa y despertando a los que
se iban a sus labores cotidianas. Al mediodía se tocaba la campana para que la
gente tomara su almuerzo y otro toque a las seis de la tarde, señalando que
terminaban las labores del día. Cuando había un fallecimiento se tocaban nueve
campanadas lentamente y en una emergencia se repiqueteaba aceleradamente el
toque de campana.
En el mes de septiembre se celebraban las fiestas
patronales, en honor a su virgen protectora, la Virgen de las Mercedes. Eran
diez días de celebración, que se contaban a partir del 24 de septiembre, día en que
se celebraba la fiesta oficial en honor a la patrona de Terrabona. Las fiestas
patronales eran muy coloridas, con un arraigo religioso muy profundo. Había
regocijo y gratitud. Los que habían prosperado en sus negocios y cosechas
extendían sus manos de solidaridad hacia los más necesitados, mostrando con
hechos la caridad cristiana.
El pueblo estaba entusiasmado y expectante, porque
en las fiestas patronales que se avecinaban se iba a celebrar el quinto
centenario de la fundación de Terrabona. Había llegado mucha gente al pueblo.
Se había instalado un pequeño parque de diversiones con muchos juegos
mecánicos.
En la víspera del 24 de septiembre hubo un desfile
fastuoso, protagonizado por las estrellas del Circo Royal, que se encontraba
listo para dar sus funciones gratuitas, como cortesía de la alcaldía y la
gobernación del pueblo. Desde los altavoces, instalados en los carromatos del
circo se podía escuchar la invitación de su anunciador, ofreciendo sus
atracciones: “Vengan a ver, señoras y señores al hombre que tiene dos caras, sí
señor, al hombre que tiene dos caras, pero quiero que escuchen bien, no tiene
dos cabezas, sino dos caras. También podrán disfrutar del espectáculo acuático
de la niña sirena. El Circo Royal les tiene una producción jamás vista.
Disfrutarán de los payasos, las acrobacias de los trapecistas, los osos
bailarines y nuestra máxima atracción, única en el mundo, que solo será
presentada una sola vez y por el tiempo de quince minutos: la prodigiosa mujer
cíclope”.
Fueron diez días de celebración fastuosa, de
colorido, diversión y esplendor. Los terrabonenses disfrutaron hasta el
paroxismo sus fiestas patronales.
Después de las fiestas patronales, el pueblo entero
se recogió y volvió a sus actividades cotidianas.
Dos días después de la celebración de las fiestas
patronales, se escuchó un toque de campana inusual. Eran las tres de la tarde y
se escucharon cuatro campanadas. El pueblo entero estaba intrigado por ese raro
toque de campana. El padre Guillermo se encontraba en la casa del alcalde, a
quien había ido a visitar porque estaba enfermo, sufriendo de un cólico
nefrítico. El sacerdote terminó apresuradamente la visita pastoral, para investigar
el misterioso toque de campana.
Llegaron juntos a la iglesia el cura, el sacristán y el monaguillo, preguntándose quién había tocado la campana, ya que la iglesia se encontraba cerrada. Verificaron que la cuerda de amarre de la campana estaba bien anudada y que el viento no había sido el causante del sonar de la campana. Decidieron subir a la torre del campanario para examinar detalladamente el área, buscando encontrar el origen de las campanadas. No encontraron nada extraño que permitiera una explicación lógica.
Llegaron juntos a la iglesia el cura, el sacristán y el monaguillo, preguntándose quién había tocado la campana, ya que la iglesia se encontraba cerrada. Verificaron que la cuerda de amarre de la campana estaba bien anudada y que el viento no había sido el causante del sonar de la campana. Decidieron subir a la torre del campanario para examinar detalladamente el área, buscando encontrar el origen de las campanadas. No encontraron nada extraño que permitiera una explicación lógica.
La gente del pueblo empezó a conjeturar y a expresar
sus opiniones. El profesor Vicente sostenía la tesis de que el espíritu, la
persona o cosa que tocó la campana, estaba enviando un toque numérico
codificado porque el tañido de la campana fue a las tres de la tarde, con
cuatro campanadas del día cinco, indicando que había una secuencia numérica:
tres, cuatro y cinco. Los más religiosos decían que era un llamado al
arrepentimiento de los pecados cometidos en las fiestas.
Al siguiente día se oyó otro repiquetear de campana,
pero esta vez estaban en la iglesia el cura y el sacristán, que al oír el
sonido salieron corriendo para encontrar a quien estaba tocando la campana,
pero no encontraron a nadie sino una nota con letras grandes que decía: “en el
bosque de los olmos está el misterio”.
La misteriosa nota causó un gran revuelo en el
pueblo.
Hubo un consejo popular en el salón de audiencia del
ayuntamiento para debatir acerca del inusitado acontecimiento que había causado
turbación en el pueblo. En dicha reunión se manejaron muchas tesis referente al
tema de las campanadas y la nota que ofrecía la única pista para desvelar el
misterio. La conclusión de los debates fue que había que ir a la casa de los
Marchena, en el bosque de los olmos, para buscar indicios que permitieran
descubrir el origen del extraño tañido de campana. Todos estaban de acuerdo,
pero nadie se atrevía a tomar la iniciativa para entrar en el terreno encantado
de los Marchena. En la reunión estaban presentes tres jóvenes universitarios
que estaban de vacaciones: Pedro Jiménez, Andrés de la Cruz y Pablo
Castellanos, los cuales se ofrecieron para entrar al bosque de los olmos, con
la condición de que todos los acompañaran hasta una distancia prudente, desde
donde pudieran divisarlos cuando entraran a la propiedad hechizada.
Todos consintieron.
Todos los ojos del pueblo estaban fijos en la
propiedad de los Marchena y vieron cuando los jóvenes cruzaron el umbral y
entraron a la casa. Se quedaron vigilantes, con la expectativa de que se
resolvería el misterio.
Al cabo de diez minutos se escuchó el tañido de la
campana y la gente atemorizada se volvió en estampida para el pueblo, muchos de
ellos rezando el Padre Nuestro.
Cuando llegaron al frente de la iglesia, encontraron en la puerta al sacristán y a los tres jóvenes y un letrero que decía: “resuelto el misterio”.
Cuando llegaron al frente de la iglesia, encontraron en la puerta al sacristán y a los tres jóvenes y un letrero que decía: “resuelto el misterio”.
Sin mediar palabra, los jóvenes fueron llevados a la
sala capitular del ayuntamiento para que explicaran lo ocurrido. Entre los
presentes se rumoreaba que los jóvenes eran hechiceros, que habían aprendido
sus artes mágicas en la capital y que por eso se habían transportado de un
sitio a otro sin ser visto por los concurrentes.
El alcalde mandó a hacer silencio, y con voz
circunspecta, exigió a los jóvenes una
explicación clara y precisa de su participación en estos acontecimientos que
habían perturbado al pueblo.
Pablo Castellanos levantó su diestra, solicitando un
turno para hablar. El alcalde le solicitó que pasara al púlpito para que se
dirigiera a los presentes.
El joven Castellanos hizo un recorrido visual por
todo el salón, percatándose de que tenía una audiencia impaciente. Respiró
profundamente y con voz firme y serena se dirigió a la asamblea:
—Señoras y señores aquí presentes, como ustedes
saben, hace tiempo que no vivo en este lugar, pero quiero que sepan que conozco
este pueblo como a las palmas de mis manos. Hace tiempo que quería revelar
algunas cosas que han estado ocultas, de las cuales se ha tejido un sinnúmero
de historias misteriosas, producto de la imaginación y la superchería de
algunos, que en todas las cosas ven hechizo, magia, brujería y otras
supersticiones, que solo hacen daño y sumen al pueblo en la ignorancia. No
estoy acusando a nadie aquí presente. Estas creencias datan desde los
principios de la fundación de este maravilloso pueblo…
— Oiga— interrumpió, Danilo Correa, el zapatero del
pueblo— lo que queremos es saber que pasó con el toque de la campana y cómo
ustedes se aparecieron en la iglesia.
—Mi buen amigo, es necesario hacer un poco de
historia para que se entienda lo que parece ser un misterio…
La audiencia, casi al unísono gritó: “déjenlo que
explique con detalles”.
Pablo Castellanos continuó:
—Cuando era pequeño, jugué por mucho tiempo y sin
temor alguno, en los predios de los Marchena y pude descubrir algunos secretos
de esa familia. Mi bisabuelo me contó que su tío abuelo, Alonzo Castellanos,
fue cura párroco de este pueblo y que conoció muy bien a Enrique Marchena y que
éste, después que fue destituido como gobernador le confió que cuando se
construyó el pueblo, el gobernador Fernando de Alcázar, que era muy religioso y
devoto de la virgen de las Mercedes, mandó a construir un pasadizo secreto que
lo comunicaba desde su casa hasta la misma iglesia.
A esta altura del relato, los concurrentes estaban
anonadados. Un acomodado silencio reinaba en el auditorio.
El joven Castellanos aprovechó el momento para hacer una breve pausa y tomar un sorbo de agua y luego prosiguió:
El joven Castellanos aprovechó el momento para hacer una breve pausa y tomar un sorbo de agua y luego prosiguió:
—Como ustedes sabrán, la casa de los Marchena,
perteneció a nuestro primer gobernador, y este pasaje secreto lo utilizaba para
llegar a la iglesia sin ser visto, para entregarse a la meditación y a sus ejercicios
devocionales. La mayoría de los curas párrocos conocieron este pasaje secreto,
salvo algunas excepciones, como el caso del padre Guillermo, que al ser
reciente su designación no sabía esto, pero ya está enterado. Después que
Enrique Marchena fue destituido de su cargo, se dedicó a jugar ajedrez, su
pasatiempo favorito, con el padre Alonzo Castellanos, mi pariente, que siempre
acudía a la casa de los Marchena por el pasadizo secreto, ya que en muy pocas
ocasiones cruzó el gobernador Marchena hacia la iglesia, pues es bien sabido de
todos, que éste no tenia devoción alguna, solo que guardaba las apariencias,
mientras ocupó su cargo.
— ¿Por qué usted no lo reveló antes?— preguntó el
alcalde.
—Era un secreto familiar, pero yo andaba buscando
cosas más importantes que el pasadizo secreto. El tañido de la campana fue un
ardid para llamar la atención del pueblo. Aquí tengo en mis manos un testamento
quirógrafo, redactado por Ramina Marchena, en el que expresa su última
voluntad, disponiendo que su propiedad sea convertida en una escuela y su
dinero y joyas sean utilizados para atender a niños discapacitados y a personas
con cáncer. Este documento lo encontré en el sótano de la casa, dentro de un
cofre donde están guardados el dinero y las joyas de la familia Marchena.
Pablo Castellanos pausó su discurso y se dirigió
hacia donde estaba el alcalde y le entregó el testamento y continuó con su
narración:
—En el bosque de los olmos no hay casa embrujada
sino el recuerdo de una familia que vivió en la soledad. Ramina Marchena nunca
visitó el pueblo por mandato expreso de su padre, pero ella viajó en muchas
ocasiones a Europa, donde conoció un gran amor. Ella murió vestida de novia, a
la espera del novio que nunca llegó. En su baúl encontré un escrito que ella
quiso compartir, el cual les leo a continuación:
“Dicen que el arco iris es el beso del agua y la luz,
que es un milagro luminoso de la siempre caprichosa madre naturaleza. Otros
dicen que es el pacto fiel de Dios con el hombre.
De todos modos, es un espectáculo fascinante. La sola contemplación de este espectro iridiscente transporta el alma a regiones etéreas, donde el éxtasis y el arrobamiento nos hacen sentir plenamente relajados.
De todos modos, es un espectáculo fascinante. La sola contemplación de este espectro iridiscente transporta el alma a regiones etéreas, donde el éxtasis y el arrobamiento nos hacen sentir plenamente relajados.
Dicen que al final del arco iris hay riquezas
fabulosas y un mundo fantástico, lleno de encantos mil. También dicen, que la
persona que logra viajar a través de sus arqueados colores recibe poderes
mágicos y belleza sin fin.
Muchas personas quisieran que sus vidas fueran como el
arco iris: una magia de luz y color; que todo fuera color de rosa y que no
existieran días grises, sino una esplendorosa mañana de primavera que no
terminara jamás.
Si la vida fuera un continuo viaje a través de ese
mágico y luminoso arco iris, la miseria humana no existiría”.
Después de leer el manuscrito de Ramina Marchena, el
joven Pablo Castellanos bajó del estrado en medio de una gran ovación y
mientras caminaba para salir del salón,
pronunció las últimas palabras: “este es el secreto del bosque de los
olmos”.
Tomado del libro de relatos: Un taxista en Nueva York
Tomado del libro de relatos: Un taxista en Nueva York
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