El día que te fuiste,
me aferré a la nada
para retenerte.
Te seguí,
con la mirada triste,
hasta que tu silueta
se perdió en el horizonte
y te desvaneciste en la lejanía,
entre brumas y sombras
y quedé desolado,
con el alma escindida
y el corazón destrozado.
Y esperé que volvieras
y abrí las puertas,
abrí las ventanas,
limpié la casa,
arreglé la cama…
Pero todo fue en vano,
jamás volviste.
Y aunque ya no te tengo,
y te fuiste para siempre,
adornaré tus recuerdos
con rosas y flores,
pero de luto estará
vestida mi cama,
tendida de blanco,
y una rosa negra
en mi almohada
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