La iglesia católica
sostenía que la tierra permanecía inmóvil y que el sol y las estrellas giraban
en torno a ella, sin embargo hacia
1507 Copérnico elaboró su primera exposición de un sistema astronómico
heliocéntrico en el cual la Tierra orbitaba en torno al Sol, en oposición con
el tradicional sistema tolemaico, en el que los movimientos de todos los
cuerpos celestes tenían como centro nuestro planeta.
Esta concepción sobre
las revoluciones de los cuerpos celestes, le causó la persecución de la iglesia
que lo consideraba un hereje y sus libros fueron prohibidos.
Galileo Galilei defendió las teorías de Copernico y fue citado ante el Tribunal
de la Inquisicion y el 22 de junio de 1633 fue obligado a retractarse y fue condenado a reclusión de por vida en su hogar por
afirmar que la tierra no era el centro de nada y que ésta giraba alrededor del
Sol. Es increíble cómo los religiosos obcecados y recalcitrantes, impusieron
sus criterios y creencias con amenazas, torturas, terror y muerte. Y
aunque el Tribunal de la Santa
Inquisición lo obligó a abjurar públicamente de su visión heliocéntrica del
mundo se mantuvo firme en su creencia y se le escuchó decir: “y sin embargo se
mueve”.
Discurso de retractación de Galileo Galilei
"Yo, Galileo,
hijo del difunto Vincenzo Galilei, florentino, de setenta años de edad,
compareciendo personalmente como acusado ante este tribunal y arrodillado ante
vosotros, eminentísimos y reverendísimos señores Cardenales Inquisidores
Generales contra la depravación herética a lo largo y a lo ancho de toda la
comunidad cristiana, teniendo ante mis ojos y tocando con mis manos los Santos
Evangelios, juro que he creído siempre, y que creo ahora, y que, con la ayuda
de Dios, creeré en el futuro, todo lo que sostiene, predica y enseña la santa
Iglesia Católica Apostólica Romana.
Pero en vista de que, después de habérseme intimado judicialmente por este Santo Oficio el mandato de que yo debía abandonar por completo la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y de que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y de que yo no debía sostener, defender o enseñar de ninguna manera, verbalmente o por escrito, dicha falsa doctrina, y que después de habérseme notificado que dicha doctrina era contraria a las Sagradas Escrituras, escribí e imprimí un libro en el cual discuto esta nueva doctrina ya condenada, y presento argumentos grandemente convincentes en su favor, sin presentar ninguna solución de ellos, he sido declarado por el Santo Oficio como vehementemente sospechoso de herejía, es decir, por haber sostenido y creído que el Sol era el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no era el centro y que se movía.
Por lo tanto, deseando quitar de las mentes de sus Eminencias y de todos los fieles cristianos la vehemente sospecha justamente concebida contra mí, con sincero corazón y no fingida fe, yo abjuro, maldigo y detesto los antedichos errores y herejías y, en general, todo otro error, herejía y secta que sea en absoluto contraria a la Santa Iglesia, y juro que en el futuro nunca más diré o afirmaré, verbalmente o por escrito, nada que pudiera dar ocasión a una sospecha similar con respecto a mí.
Pero, si llegara a conocer a cualquier hereje o persona sospechosa de herejía, lo denunciaré ante este Santo Oficio o ante el Inquisidor y Ordinario del lugar donde yo pudiera estar. Más aún, juro y prometo cumplir y observar en toda su integridad todas las penitencias que me han sido o que me serán impuestas por este Santo Oficio.
Y, en el caso de que contraviniera (¡que Dios no lo permita!) cualquiera de estas mis promesas y juramentos, me someto a todas las penas y penitencias impuestas y promulgadas en los cánones sagrados y en otras constituciones, generales y en particular contra tales delincuentes. Que así me ayuden Dios y estos Santos Evangelios que toco con mis manos.
Yo, el antedicho Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y obligado a mí mismo según dicho anteriormente, y en testimonio de su veracidad he suscrito con mis propias manos el presente documento de mi abjuración y lo he recitado palabra por palabra, en Roma, en el convento de Minerva, este día 22 de junio de 1633".
Después de pronunciar este discurso, se dice que Galileo murmuró "...y sin embargo se mueve..."
Pero en vista de que, después de habérseme intimado judicialmente por este Santo Oficio el mandato de que yo debía abandonar por completo la falsa opinión de que el Sol es el centro del mundo y está inmóvil y de que la Tierra no es el centro del mundo y se mueve, y de que yo no debía sostener, defender o enseñar de ninguna manera, verbalmente o por escrito, dicha falsa doctrina, y que después de habérseme notificado que dicha doctrina era contraria a las Sagradas Escrituras, escribí e imprimí un libro en el cual discuto esta nueva doctrina ya condenada, y presento argumentos grandemente convincentes en su favor, sin presentar ninguna solución de ellos, he sido declarado por el Santo Oficio como vehementemente sospechoso de herejía, es decir, por haber sostenido y creído que el Sol era el centro del mundo e inmóvil, y que la Tierra no era el centro y que se movía.
Por lo tanto, deseando quitar de las mentes de sus Eminencias y de todos los fieles cristianos la vehemente sospecha justamente concebida contra mí, con sincero corazón y no fingida fe, yo abjuro, maldigo y detesto los antedichos errores y herejías y, en general, todo otro error, herejía y secta que sea en absoluto contraria a la Santa Iglesia, y juro que en el futuro nunca más diré o afirmaré, verbalmente o por escrito, nada que pudiera dar ocasión a una sospecha similar con respecto a mí.
Pero, si llegara a conocer a cualquier hereje o persona sospechosa de herejía, lo denunciaré ante este Santo Oficio o ante el Inquisidor y Ordinario del lugar donde yo pudiera estar. Más aún, juro y prometo cumplir y observar en toda su integridad todas las penitencias que me han sido o que me serán impuestas por este Santo Oficio.
Y, en el caso de que contraviniera (¡que Dios no lo permita!) cualquiera de estas mis promesas y juramentos, me someto a todas las penas y penitencias impuestas y promulgadas en los cánones sagrados y en otras constituciones, generales y en particular contra tales delincuentes. Que así me ayuden Dios y estos Santos Evangelios que toco con mis manos.
Yo, el antedicho Galileo Galilei, he abjurado, jurado, prometido y obligado a mí mismo según dicho anteriormente, y en testimonio de su veracidad he suscrito con mis propias manos el presente documento de mi abjuración y lo he recitado palabra por palabra, en Roma, en el convento de Minerva, este día 22 de junio de 1633".
Después de pronunciar este discurso, se dice que Galileo murmuró "...y sin embargo se mueve..."
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