El día que te fuiste, me aferré a la nada para retenerte. Te seguí, con la mirada triste, hasta que tu silueta se perdió en el horizonte y te desvaneciste en la lejanía, entre brumas y sombras y quedé desolado, con el alma escindida y el corazón destrozado. Y esperé que volvieras y abrí las puertas, abrí las ventanas, limpié la casa, arreglé la cama… Pero todo fue en vano, jamás volviste. Y aunque ya no te tengo, y te fuiste para siempre, adornaré tus recuerdos con rosas y flores, pero de luto estará vestida mi cama, tendida de blanco, y una rosa negra en mi almohada
José Núñez Grullón