Para un ciudadano haitiano llegar desde Haití a la capital dominicana tiene que pasar como veinte puestos de chequeos, donde soborna a las autoridades civiles y militares.
Es con el contubernio de las autoridades de turno que nos están invadiendo pacíficamente.
En tiempos de Trujillo, a los militares se les castigaba enviándolos a la frontera; hoy es un privilegio, un premio, y hasta celebran sus traslados con sus familiares porque saben que van a cambiar su estado económico con las actividades ílicitas que se dan en los límites fronterizos.
En la frontera dominico-haitiana la corrupción es la moral imperante: robo, venta de armas, trasiego de droga, contrabando y el tráfico de haitianos.
Ya la sociedad dominicana no aguanta más el flujo de ciudadanos haitianos ilegales, que más que contribuir a nuestra economía lo que están es causando perjuicios. En nuestras calles se puede ver una mendicidad rampante, y ya han aumentado vertiginosamente los crímenes cometidos por dichos ciudadanos.
Los enfrentamientos mortales entre haitianos y dominicanos suceden a diario, en todo el territorio nacional. La convivencia entre haitianos y dominicanos se ha tornado explosiva y en cualquier momento puede ocurrir lo peor, y eso hay que evitarlo, y es deber de las autoridades evitar un enfrentamiento generalizado de consecuencias lamentables.
No somos anntihaitianos, pero se hace necesario parar la inmigración desbordada de ciudadanos haitianos que se convierten en una carga para la nación.
Nuestra sociedad ha sido generosa con los inmigrantes haitianos y con sus descendientes que son dominicanos.
La República Dominicana tiene el derecho soberano de no admitir en su territorio a personas indeseables y a las que no cumplan los requisitos migratorios.
La mayoría de la población lo que pide es que se cumpla con la ley migratoria, y los ciudadanos indocumentados (de todos los países) sean deportados a su lugar de origen.
Reiteramos que el flujo indiscriminado de ciudadanos haitianos en nuestro territorio se debe a la complicidad de las autoridades civiles y militares.
La inmigración masiva e ilegal es un problema de seguridad nacional, y debe ser considerado seriamente por las autoridades.
La frontera debe ser protegida por ciudadanos honestos que cumplan con su deber sagrado de defender la independencia y soberanía de la Nación y la integridad de sus espacios geográficos.
Se dice que la patria empieza en la frontera.
Es con el contubernio de las autoridades de turno que nos están invadiendo pacíficamente.
En tiempos de Trujillo, a los militares se les castigaba enviándolos a la frontera; hoy es un privilegio, un premio, y hasta celebran sus traslados con sus familiares porque saben que van a cambiar su estado económico con las actividades ílicitas que se dan en los límites fronterizos.
En la frontera dominico-haitiana la corrupción es la moral imperante: robo, venta de armas, trasiego de droga, contrabando y el tráfico de haitianos.
Ya la sociedad dominicana no aguanta más el flujo de ciudadanos haitianos ilegales, que más que contribuir a nuestra economía lo que están es causando perjuicios. En nuestras calles se puede ver una mendicidad rampante, y ya han aumentado vertiginosamente los crímenes cometidos por dichos ciudadanos.
Los enfrentamientos mortales entre haitianos y dominicanos suceden a diario, en todo el territorio nacional. La convivencia entre haitianos y dominicanos se ha tornado explosiva y en cualquier momento puede ocurrir lo peor, y eso hay que evitarlo, y es deber de las autoridades evitar un enfrentamiento generalizado de consecuencias lamentables.
No somos anntihaitianos, pero se hace necesario parar la inmigración desbordada de ciudadanos haitianos que se convierten en una carga para la nación.
Nuestra sociedad ha sido generosa con los inmigrantes haitianos y con sus descendientes que son dominicanos.
La República Dominicana tiene el derecho soberano de no admitir en su territorio a personas indeseables y a las que no cumplan los requisitos migratorios.
La mayoría de la población lo que pide es que se cumpla con la ley migratoria, y los ciudadanos indocumentados (de todos los países) sean deportados a su lugar de origen.
Reiteramos que el flujo indiscriminado de ciudadanos haitianos en nuestro territorio se debe a la complicidad de las autoridades civiles y militares.
La inmigración masiva e ilegal es un problema de seguridad nacional, y debe ser considerado seriamente por las autoridades.
La frontera debe ser protegida por ciudadanos honestos que cumplan con su deber sagrado de defender la independencia y soberanía de la Nación y la integridad de sus espacios geográficos.
Se dice que la patria empieza en la frontera.
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