El populismo penal es el reclamo que hacen diversos sectores vulnerables de la sociedad para que se inflijan penas más severas a los infractores de la ley, con el fin de limitar o disminuir los actos de violencia y la criminalidad.
Este reclamo válido, y sustentando con campañas mediáticas es aprovechado por los políticos para incorporarlo al discurso demagógico de su plataforma electoral.
La gente vulnerable, las que han sido asesinadas, atracadas, violadas, robadas, secuestradas, claman por el endurecimiento de las penas para sacar de las calles a los antisociales que han medrado en la sombra, muchas veces con la complicidad de los encargados de la seguridad ciudadana.
Ante tanta inseguridad, la mayoría aboga por el establecimiento de penas severas y la creación de nuevos tipos penales.
Los miembros de los partidos políticos han encontrado en el populismo penal una herramienta eficaz para incrementar su popularidad y es una forma práctica que ofrece resultados rápidos y seguros.
El populismo penal es un fenómeno sociológico.
Al respecto, Rodrigo Uprimny manifiesta que es “políticamente popular promover esas iniciativas de endurecimiento punitivo. Y en eso consiste lo que la sociología jurídica ha llamado el “populismo punitivo”: creer (y hacer creer) que el incremento de las penas es la forma apropiada de enfrentar problemas sociales complejos, como la violencia contra los niños” (2011)
El jurista Anthony Bottoms sostiene que el populismo penal propone que el estado se vuelva “más severo contra el crimen” y este clamor es aprovechado por los políticos que buscan sacar ventajas electorales.
Muchos juristas y profesionales de la conducta manifiestan que no hay pruebas contundentes que avalen el hecho de que incrementar las penas disuada a los criminales de incurrir o volver a incurrir en una actividad delictiva, y sugieren desarrollar acciones de prevención del delito.
Los más radicales señalan que el populismo es fraudulento porque no puede cumplir lo que promete, que sus propuestas son ficticias y solo buscan complacer la percepción y las emociones de la gente pero no satisfacen su estado de vulnerabilidad.
Sin embargo, existe la indefensión y las víctimas y los sectores sociales que se identifican como potenciales víctimas siguen reclamando protección y seguridad.
En el caso de nuestro país, los asesinos y atracadores generalmente gozan de impunidad y son reincidentes, y ¿Qué puede hacer un ciudadano ante esta situación si no recibe respuesta de los actores encargados de la seguridad ciudadana?
Los abanderados del populismo penal mantienen su posición de que el endurecimiento de las penas es la forma apropiada de enfrentar la criminalidad y va en auxilio de los más vulnerables.
Al respecto, Jorge Vicente Paladines manifiesta que “el populismo penal, por el contrario, coloca en el debate público el drama de la gente aplastada u olvidada por el instrumento jurídico más coercitivo del Estado: el derecho penal”.
¿Es el populismo penal bueno o malo?
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