Para un ciudadano haitiano llegar desde Haití a la capital dominicana tiene que pasar como veinte puestos de chequeos, donde soborna a las autoridades civiles y militares. Es con el contubernio de las autoridades de turno que nos están invadiendo pacíficamente. En tiempos de Trujillo, a los militares se les castigaba enviándolos a la frontera; hoy es un privilegio, un premio, y hasta celebran sus traslados con sus familiares porque saben que van a cambiar su estado económico con las actividades ílicitas que se dan en los límites fronterizos. En la frontera dominico-haitiana la corrupción es la moral imperante: robo, venta de armas, trasiego de droga, contrabando y el tráfico de haitianos. Ya la sociedad dominicana no aguanta más el flujo de ciudadanos haitianos ilegales, que más que contribuir a nuestra economía lo que están es causando perjuicios. En nuestras calles se puede ver una mendicidad rampante, y ya han aumentado vertiginosamente los crímenes cometidos por dichos c
José Núñez Grullón