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EL TABERNACULO


El Tabernáculo fue el lugar que Dios escogió para habitar junto a su pueblo Israel en el desierto.

Moisés y sus ayudantes fueron simplemente constructores, ya que fue el mismo Dios el arquitecto y diseñador del Tabernáculo, dándoles las medidas y materiales que se utilizarían en dicha construcción.

Era una copia exacta del Tabernáculo celestial, del cual Moisés tuvo el privilegio de ver y la responsabilidad de hacerlo tal y como le fue mostrado en la cima de la montaña.

Todo fue hecho según el pensamiento de Dios, a fin de que todo correspondiese a la santidad de Dios.

Ningún detalle de la ejecución quedó librado a la imaginación o la apreciación del hombre.

A Moisés se le ordenó hacer todas las cosas conforme al modelo que se le mostró en el monte.

Siglos después, Juan, en su revelación apocalíptica pudo ver como fue “abierto en el cielo el templo del tabernáculo del testimonio”

El objetivo del Tabernáculo era que serviría de comunión entre Dios y su pueblo.

De hecho, los israelitas vivían en el desierto en tabernáculos, es decir en tiendas.

En todas las tiendas del campamento se podían hacer todas las actividades cotidianas y las fiestas de entretenimiento, se podía reír, bailar, saltar, hablar en voz alta, pero al acercarse al Tabernáculo de Reunión, la gente tenía que guardar reverencia y actuar con solemnidad ya que se encontraba en el lugar que Dios había escogido para habitar junto a su pueblo.

LAS TRES PARTES DEL TABERNACULO

El tabernáculo terrenal estaba formado por tres partes: el atrio, el lugar santo y el lugar santísimo.

EL ATRIO

El Atrio era lo que rodeaba el tabernáculo o la tienda. Era como un patio cerrado por cortinas. Sus medidas eran de unos 50 metros de largo por 25 de ancho.
Estaba formado por una valla hecha de cortinas de lino fino, sostenidas por 60 columnas de bronce y fijadas al suelo mediante estacas y cuerdas. Las columnas estaban hechas de dos materiales, bronce y plata y las cortinas de lino fino.

Los únicos  dos objetos ubicados dentro del atrio del tabernáculo eran el altar del holocausto y la fuente de bronce.  Estaban en línea recta entre la puerta del atrio y la puerta del Lugar Santo, visibles a todas las tribus, los rituales allí eran de carácter público, mientras que los utensilios del Lugar Santo solo eran vistos por los sacerdotes.

LA PUERTA DEL ATRIO
Solo había una entrada o puerta al atrio. Era una cortina de veinte codos con cuatro colores: azul, púrpura, carmesí y lino torcido. La cortina, que era la puerta del atrio, estaba apoyada en cuatro columnas con sus cuatro basas.

EL ALTAR DE BRONCE


Lo primero que se veía al entrar al atrio era el altar de bronce, también llamado el altar del sacrificio.

Estaba construido de madera de acacia, conocida por ser una madera incorruptible y estaba recubierto de bronce.

En cada una de las esquinas del altar había un cuerno recubierto de bronce. Estos servían para atar al animal que sería sacrificado.

El fuego sobre el altar nunca se apagaba, el sacerdote quemaba leña todas las mañanas para mantener encendido el fuego del altar y quemar sobre él la grasa de las ofrendas de paz.

El altar del atrio era el lugar de sacrificio. La palabra altar viene de un vocablo que quiere decir matar, o lugar de matanza.

En el altar se sacrificaban diariamente dos corderos de un año. Uno en la mañana y otro al atardecer.

 Era un altar de sacrificio, continuo, permanente.


LA FUENTE DE BRONCE

La fuente era el segundo objeto ubicado en el atrio del tabernáculo. Estaba entre el altar del holocausto y el Lugar Santo. Los espejos de bronce de las mujeres de Israel fueron usados como materia prima para construir la fuente.

Antes de entrar al lugar Santo, los sacerdotes tenían que estar seguros de que había pureza absoluta en su persona y en sus vestiduras.

La fuente estaba llena de agua, y allí los sacerdotes lavaban las manos y los pies cuando entraban al santuario para servir. La negligencia de cumplir esta purificación tenía como consecuencia la muerte.

EL LUGAR SANTO

En Lugar Santo, estaban ubicados a mano derecha la mesa con los panes, a mano izquierda el candelero de oro, y en el centro delante del velo del Lugar Santísimo estaba el altar del incienso.

Todos los utensilios dentro del Tabernáculo eran de madera de acacia recubierta de oro, a excepción del candelero que era oro puro.

Al Lugar Santo solo tenían acceso los sacerdotes, si previamente se habían lavado en la fuente de bronce y si tenían puestas sus vestimentas sacerdotales.

EL CANDELERO DE ORO
Su función era mantener alumbrado permanentemente el santuario.

El candelero de oro estaba colocado a la izquierda del santuario. 

Era un candelero de siete brazos. Estaba hecho de oro puro, de este salían simétricos tres brazos a cada lado, que con el del centro formaban los siete brazos que contenían siete lámparas que debían arder día y noche.

El sacerdote debía Llenarlo de aceite cada día y limpiar los restos de impureza.



LA MESA DE LOS PANES DE LA PROPOSICION

La mesa de los panes de la proposición  o de la “presencia” estaba ubicada a mano derecha en el Lugar Santo y era una mesa hecha de madera de acacia, cubierta de oro.

En esta mesa había permanentemente doce panes, dispuestos en dos hileras de seis, los cuales se renovaban cada sábado. Eran panes sin levadura y solo estaban autorizados a comerlos los sacerdotes cuando eran cambiados cada sábado.

EL ALTAR DEL INCIENSO
El altar del incienso, se hallaba situado  justo delante del velo que separaba el lugar santo del santísimo. Estaba hecho de madera de acacia recubierta de oro.

Tenía argollas de oro en él para sujetar los palos de madera recubiertos de oro que se usaban para llevar el altar y además tenía una corona de oro alrededor de la parte superior y cuernos en cada esquina.

Sobre el altar había colocado un incensario dorado, que se usaba para poner el incienso que quemaban delante de Jehová.

 Los sacerdotes quemaban el incienso aquí dos veces al día, por la mañana y por la tarde, al mismo tiempo que volvían a rellenar el aceite del candelero y era preciso que el incienso ardiese continuamente.

Este altar era solo para el incienso, no para el holocausto.

Dios prohibió ofrecer incienso extraño, diciendo: “No ofreceréis sobre él sahumerio extraño, ni holocausto, ni presente; ni tampoco derramaréis sobre él libación”.

El término "incienso extraño" se refiere al incienso que no se quemaba conforme a las instrucciones divinas.

Nadab y Abiú, hijos de Aarón, aunque eran sacerdotes consagrados, no cumplieron el mandato de Jehová y perdieron su vida.

En Levíticos 10:1-2 leemos lo siguiente: Y los hijos de Aarón, Nadab y Abiú, tomaron cada uno su incensario, y pusieron fuego en ellos, sobre el cual pusieron perfume, y ofrecieron delante de Jehová fuego extraño, que él nunca les mandó. Y salió fuego de delante de Jehová que los quemó, y murieron delante de Jehová.

Al parecer el fuego no procedía del altar de bronce, pues era importante que solo se usase el fuego del altar de bronce para evitar que se tomase de un altar pagano.

EL LUGAR SANTISIMO

Un velo separaba el Lugar Santo del Lugar Santísimo. Este velo era idéntico a las dos cortinas anteriores: la del atrio y la del Lugar Santo.

Siglos después, cuando Cristo expiaba los pecados del mundo, al dar su último aliento, la tierra no se pudo contener y un terremoto rasgó el velo del templo de arriba abajo.

El único mueble que había en el Lugar Santísimo era el arca de la alianza o arca del testimonio. Era una caja rectangular, hecha de madera que estaba cubierta de oro por dentro y por fuera, y tenía anillos colocados en los ángulos, por los cuales pasaban dos varas cubiertas de oro con que se transportaba.

Sobre el arca había una tapa de oro que se llamaba el “propiciatorio”, encima del cual dos querubines de oro se miraban frente a frente, de pie, con sus alas extendidas cubriendo el propiciatorio.

Dentro del arca se hallaban las dos tablas de la Ley, la vara de Aarón y una porción de maná.

Algo milagroso es el hecho de que el maná si se dejaba de un día para otro se dañaba, sin embargo el que estaba dentro del arca nunca se dañó.

Al Lugar Santísimo solo el sumo sacerdote podía entrar una sola vez al año (el día de la expiación). Se quitaba sus vestimentas oficiales y se vestía humildemente de blanco;  y como dato curioso debía llevar cuando estuviera ministrando campanillas de oro para oír su sonido en el santuario. Cuenta la tradición que se le amarraba una soga para halar al sumo sacerdote si moría en el Lugar Santísimo. Esta parte no está registrada en la Biblia.

Después que se vestía para ministrar entraba llevando un incensario de oro y una vasija con incienso. 

 Al poner incienso en los carbones encendidos, tomados previamente del altar, una nube de humo cubría el propiciatorio del arca del pacto.

De la sangre del becerro sacrificado para expiación, el sacerdote tomaba con su dedo y rociaba siete veces el propiciatorio, para purificar el santuario y expiar los pecados del sacerdocio.

Luego, se echaban suertes sobre dos machos cabríos: uno era sacrificado, y con parte de la sangre entraba el sumo sacerdote nuevamente en el Lugar Santísimo; repetía la ceremonia del rociamiento y purificaba esta vez al pueblo. Después ponía sus manos sobre la cabeza del otro macho cabrío, y el animal era llevado lejos, a un lugar desierto, donde se le perdía.

Con esto se simbolizaba la expulsión de los pecados del pueblo.

Según la interpretación de la Epístola a los Hebreos, todo el ceremonial de este día era un tipo de Cristo y de su obra en la cruz. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote, ofreció el sacrificio de sí mismo, no por pecados suyos, sino por los nuestros; no entró en el Lugar Santísimo del templo, sino en el cielo mismo; y su ofrenda propiciatoria no necesita repetirse cada año, sino que fue perfecta, única y completa.



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